Por modismos como el "vos" o "sabés" nos daremos cuenta de que Juan es argentino. Un muchacho que convive con el virus del sida (VIH ó HIV) desde hace mucho tiempo. En todos esos años, Juan aprendió mucho sobre la enfermedad. Hoy puede enseñarnos sobre el sida, y sobre mucho más.
– ¿Cómo lo llevás? – Bien. Ahora bien. Si me comparo con el que fui los primeros meses, al enterarme de que estaba infectado, diría que muy bien. Al principio fue muy duro. No sabés cuánto, no lo puedo explicar. Yo antes pensaba que uno podía comprender a los demás, lo que les pasa, cómo se sienten. Pero después de lo que me pasó, pienso que no se puede. Que sólo uno sabe lo que le toca vivir. Yo ahora respeto mucho más el sufrimiento del otro, qué se yo, la historia de los demás. Porque hay cosas que no se pueden entender si no las vivís.
– Me estás queriendo decir que esta entrevista no tiene sentido...– ¡No! Yo no digo que no vale la pena hacer el intento. Lo que quiero decir es que no se puede estar en la piel del otro, salvo que te pase lo mismo, o algo muy parecido. Yo creo que sí tiene sentido que vos quieras preguntarme a mi lo que me pasa. Ojalá muchos hicieran eso antes de ponerse a hablar en vano, ¿no?
– ¿Pensás que lo que te tocó -o te toca- vivir es lo peor que te pudo haber pasado?– Ahora no, pero en el primer momento lo pensaba. Llegué a pensar en que hubiera sido preferible la muerte. Ahora lo veo absolutamente distinto. Creo que ahora puedo ver el lado bueno de todo esto.
– ¿Cuál es el lado bueno?– Aprender. Yo aprendí muchas cosas que no sabía, y que nunca hubiera aprendido. No son cosas que podés leer en un libro. Yo no sabía que un día es algo tan importante. No sabía que tener claro lo que uno quiere de la vida es tan necesario, que no se puede vivir sin un objetivo, porque eso no es vivir, sino dejarse estar. Cuando a mí me dijeron que estaba infectado, yo pensé: "y bueno, me quedarán dos años de vida..." Resulta que pasaron los dos años, y yo seguía acá. Y cada año que pasaba yo pensaba: "este fue de regalo", "este fue de regalo"... ¡Y todos son de regalo! La vida es un regalo, ¿entendés? La vida no te la das vos mismo, no es algo que te compraste en el quiosco. Cada día es un regalo. Eso no lo sentís cuando no te pasa nada, y no pensás que te podés morir. Pero cuando te dicen: tenés sida, o cáncer, o algo por el estilo, ahí sentís lo que vale cada año, cada mes. Y pensás "me voy a morir", ¡como si por eso fueras una excepción! Qué gracioso, todos nos vamos a morir... pero mientras no te pasa nada, no lo pensás.
– ¿En qué te cambió darte cuenta de eso?– En todo. Yo cambié. Dejé de preocuparme por estupideces, y empecé a ver las cosas diferente.
– Dame un ejemplo.– Lo económico es un buen ejemplo. Es super importante, pero lo tenemos sobrevaluado. Hay cosas más importantes que las dejamos en segundo plano. Yo hoy me he vuelto mucho más espiritual. Me importa que la gente se sienta bien y sentirme bien yo a nivel humano. Pensar que la vida no es sólo el trabajo, las cuentas, el auto que te querés comprar, la ropa... Esas cosas están ahí, no las desprecio. Pero la vida es otra cosa. La vida es convertirte en una persona. Ser feliz. Constuirte un ambiente de felicidad para hoy y para mañana. Sentirte respetado y querido. Pensar en forma trascendente. Bueno, che, no me hagás parecer el que se las sabe todas..!
– ¿Qué pasa, te da vergüenza haber crecido?– No, para nada. Pero siento que poca gente piensa así, y yo no me quiero hacer ahora el que la tiene clara. Yo solamente te digo lo que me pasó. A lo mejor, si no me hubiera infectado, hoy te estaría diciendo algo muy distinto. O no. A lo mejor a cada uno le pasa lo que le tiene que pasar para llegar a donde tiene que llegar. A mi me tocó esto. Pero ojo, te voy a decir algo. Mucha de la gente infectada que conozco también ha cambiado y mucho. Y todos para mejor. A algunos les ha pegado muy mal, no han sabido hacerle frente, qué se yo, y los ha superado. Pero la mayoría se ha replanteado las cosas y ha crecido. A otros no los han dejado. Yo escucho hablar mucho de la discriminación y pienso: ¿sabrán de qué están hablando?.
Discriminación
– Hablá vos de discriminación, entonces.– Si, te hablo. Te hablo porque un portador de VIH sabe muy bien qué es la discriminación. ¿Sabés cuándo lo aprende? En el mismo momento en que le dicen que está infectado. En ese preciso momento, uno siente que la sociedad lo discrimina. Sabe que se va a tener que ocultar, que lo van a señalar con el dedo, que van a pensar "este es homosexual, o drogadicto", o algo por el estilo. ¿Y sabés por qué? Porque quien más, quien menos, todos hemos discriminado alguna vez. Hemos estado del lado del que señala con el dedo. Y ese momento es muy duro, porque te encontrás del otro lado, del lado hacia donde se señala. Es todo el mundo contra vos.
– Veo un poco de resentimiento. ¿Me equivoco?– No, no te equivocás. Pero no es contra nadie en especial. Es darse cuenta de lo crueles que somos. ¡Y lo ridículos..! Porque si yo ayer estaba de aquel lado, y hoy estoy de este otro, ¿cómo pude haberme sentido diferente, o mejor? Eso es lo que se tiene que plantear la gente cuando se habla del sida. Que ser o no ser portador no te hace diferente en ningún sentido, salvo que el análisis te da positivo. Vos decís resentimiento, y a lo mejor no es eso. Me rebelo, eso sí. Me duele que se haga sufrir a la gente infectada, o a otra gente que tiene otros problemas y también es discriminada. Pero no odio a nadie ni me tomaría revancha. No me interesa, por eso no creo que sea resentimiento.
– Decime cómo te gustaría que te traten.– Normal. Como se trata a una persona normal, ¿o no somos personas normales?
– Si por normal entendemos lo más frecuente, no. No son normales, porque la mayoría no es portadora de VIH.– ¡No te hagás el piola! Vos me entendiste lo que te quise decir.
– Sí, te entendí.– Somos personas como cualquier otro. Tenemos dos piernas, dos ojos. No comemos bebés ni le chupamos la sangre a la gente. Entre los portadores hay rubios, gordas, estúpidos, maestras... Hay gente buena y gente mala, como entre los que no son portadores. Eso es lo que te quiero decir. Que tener el virus no quiere decir nada más que eso: tener el virus.
– ¿Me contás cómo te infectaste?– Por una relación sin preservativo (condón)... ¿Qué querés saber? Si querés saber si soy drogadicto o si soy gay, te digo ¿qué te importa?
– Creo que hice una mala pregunta...– Si, exactamente. ¿Y sabés por qué? Porque de mi vida privada hablo si quiero y con quien tengo confianza. Y porque no importa por dónde entra el virus en tu cuerpo. Entró. Eso es lo que vale.
– ¿Cuál hubiera sido una buena pregunta?– Y... por qué te infectaste si sabías cómo cuidarte. Esa es la pregunta que yo me he hecho muchas veces. Ojalá la gente que no tiene el virus se la haga ahora, y no cuando ya esté infectada. Preguntarse: ¿por qué no me cuido? ¿A qué estoy jugando? Yo tengo amigos y amigas que me han contado que no han usado forro (condón) en una relación. Sabés cómo me pone de loco! Yo les digo, ¿no es suficiente con que ya estoy infectado yo? ¿No les sirve de experiencia? El otro día un amigo me dijo: "En definitiva, viéndote a vos, no es tan terrible". Yo lo quería matar. ¿No es tan terrible? Yo lo pondría en mi lugar una hora del día en que me dijeron que era infectado. Le haría tomar mis remedios durante una semana... a ver si va a seguir jugando!.
Tratamientos
– Pero en algo tenía razón tu amigo cuando decía que no es tan terrible. Por lo menos en este último tiempo en que se ha avanzado tanto, que se puede cronificar la infección, que hay calidad de vida.– ...
– ¿Qué, no es así?– Si y no. Es verdad que ahora es todo diferente. Yo no sé si hubiera llegado a los diez años de infección si no se hubieran descubierto tantas drogas nuevas y los análisis de carga viral, etc. Es como que ahora no me siento tan desprotegido. Antes todo era una incógnita. Si me iría a enfermar pronto, si me iba a faltar AZT, si esto, si lo otro. Hasta notaba que el mismo médico estaba bastante desorientado. Eso ha cambiado mucho, es verdad. Ahora sé que los tratamientos funcionan. Sé además que los remedios están, que no me van a faltar. Pero tampoco es una seguridad. Yo conocí gente que estaba en tratamiento y pumba! Un día empezaron a ir para atrás y se enfermaron y no hubo ni cóctel ni nada que los retuviera. ¿Sabés qué pasa? Acá no se trata solamente de los médicos y de las pastillas. Acá se trata también de uno mismo. De cómo encarás la vida. Si no estás con las pilas puestas, si te dejás caer o te deprimís, estás perdido. Si te pega mal la discriminación. Yo siento muchas veces que estoy obligado a estar bien. Qué loco ¿no? Como que estar bien, más que un objetivo, o un derecho, pasa a ser una obligación. Y nadie está exento de pasar por un mal momento alguna vez en la vida. Portador o no. La diferencia es que el que no es portador, pasa la crisis y ya está. Para el portador, una crisis puede ser definitiva.
– ...– Ahora el que te quedaste callado fuiste vos, ¿no?
– Es que jamás lo había pensado de ese modo. Seguí, por favor.– Y nada. Que no es tan terrible. Tampoco me quiero hacer el héroe. Lo bueno es que uno aprende lo importante que es estar de buen humor, de buen ánimo. Aprendés las cosas que te hacen bien. Y las que no, aprendés a evitarlas. Qué se yo. Por eso te decía que el virus me ha enseñado muchas cosas. Y cosas buenas.
Los afectos
– ¿En tu ambiente saben que sos infectado? ¿Tenés gente que te contiene?– Depende. Uno va eligiendo. Por ejemplo, en el trabajo nunca lo dije, salvo a una compañera que es muy amiga. A mis otros amigos, gente de fierro, de toda la vida, a esos se los fui diciendo a medida que se fue dando. A mis viejos me costó decírselos. Un poco por no preocuparlos, otro poco porque me daba mucha vergüenza de lo que pudieran pensar de mi... lo que hablábamos hoy. Pero ahora pienso que lo mejor que se puede hacer es confiar en la gente que te quiere, que ellos no te van a defraudar. Aparte es necesario, no se puede llevar este secreto, o por lo menos, no es lo mejor. Yo no digo decirlo así porque sí, en cualquier lugar y a cualquiera. Pero la gente que está al lado tuyo tiene que saberlo para poder entenderte y poder ayudarte. Aparte, yo creo que toda esa gente, los que tienen a un ser querido infectado, son los que van cambiando en la sociedad las ideas equivocadas sobre las personas portadoras. Lo ven más desde el punto de vista humano, y lo entienden mucho más.
– ¿Qué es lo que más extrañás de tu vida de no-portador?– Mmmm... Me jode tener que tomar las pastillas cuatro veces por día. No poder olvidarme, quiero decir, la preocupación de llevarlas y traerlas y todo eso. No sé. A lo mejor extraño la posibilidad de tener hijos. Igual, antes no los tuve, ¿no..? Me pesa bastante lo difícil que es encontrar una persona que te quiera como pareja, pero ojo, lo entiendo perfectamente. Si, creo que eso es lo que más me jode. El sentirme visto por los demás como alguien que ya no puede ser un novio, una pareja o un marido. O simplemente un tipo con quien se puede tener sexo. Como que la sexualidad se terminó para nosotros, y eso no tiene por qué ser así. Nosotros sabemos mejor que nadie cómo hay que cuidarse y cuidar a la persona que está con vos. Lo último que quisiéramos es poner en riesgo a otra persona, más si es tu pareja. Pero eso no funciona así. A la gente le causa mucho miedo, no solamente porque piensa que se puede infectar, sino también porque piensa que vos tenés el tiempo contado, y no se quiere involucrar. Igual yo soy el menos indicado para quejarme de esto, porque tuve una pareja que aún sabiendo que era portador me aceptó y compartió mucho tiempo conmigo. Si después se terminó esa relación, no fue por el VIH, sino por cosas de cualquier pareja. Pero ojo, creo que esa historia es una excepción. La mayoría de los portadores que conozco están solos en ese sentido, como yo ahora.
– Aunque parezca una pregunta estúpida... ¿sos feliz?– ¿Y vos?
– No estoy seguro...– Ah..! Yo tampoco. Y me parece que antes de infectarme te hubiera tenido que decir lo mismo. Eso no cambió. No sé si soy feliz. Sé que he mejorado, que soy mejor persona. Que pienso más y mejor. No sé si eso quiere decir ser más feliz. Creo que estoy contento conmigo mismo. Estoy orgulloso, porque podría haberme tirado en una cama a llorar mi supuesta desgracia, a sentirme infeliz. Pero no. Acá estoy. Cuido más el cuerpo, me alimento mejor que antes, hago deporte. Cuido mi cabeza, leo, pienso, me rio muchísimo, disfruto. Tengo esperanzas y proyectos... A veces pienso que me hizo mucho bien haberme infectado. ¿Te sirve de respuesta?– Mucho.– Ahora contestame vos: ¿sos feliz?– ... (El periodista no pudo).
Entrevista extractada de "SIDA: el hombre y su virus", por el Lic. Pablo Sors · Licenciado en Comunicación Social.